ESO QUE LLAMAN VIOLENCIA DE.......


Para reducir la violencia contra las mujeres sería necesario cambiar las normas y valores que la toleran y fomentan. Así como todo aquello que refuerza actitudes sexistas, es decir la superioridad de un sexo sobre otro. Una manera de conseguir estos cambios sería mediante la educación en igualdad de niños y niñas. Educar, tanto en igualdad de derechos como de oportunidades, supone que las actitudes y valores tradicionalmente considerados como masculinos o femeninos pueden ser aceptados y asumidos por personas de cualquier sexo y que tanto en la escuela como en la familia se tengan en cuenta los derechos y las necesidades de las niñas.
Durante la infancia conviene que tanto las niñas como los niños ensayen distintos roles y situaciones, y que expresen sentimientos como llorar, reír, mostrar cariño, ser dulces, rebelarse. Así como, enseñarles las habilidades domésticas necesarias para la autonomía y el desarrollo personal.
Las personas adultas nos podemos reeducar. Cuestionar la educación que hemos recibido es una forma de comenzar el proceso de cambio. Tanto los grupos de mujeres como los de hombres son un espacio de reflexión y análisis para lograrlo. Nadie esta fuera de estas situaciones. Todos y todas debemos contribuir a erradicar este tipo de violencia.

Para prevenir la agresión sexual hay que promover una sexualidad distinta.
Hoy día, se está confundiendo sexualidad con agresión, violencia y dominación e incluso con mejora de la posición social, en lugar de unirlo a afectividad, ternura y comunicación. A la hora de plantear alternativas, otro elemento a tener en cuenta es la pornografía ya que potencia la violencia contra las mujeres.
Repartir entre hombres y mujeres el trabajo doméstico y el cuidado de las personas de la familia podría servir para lograr unas relaciones interpersonales más placenteras e incluso, una nueva concepción del mundo.
Los medios de comunicación deben ofrecer modelos positivos y evitar imágenes violentas, ya que, hoy día, se nos presentan personajes que consiguen sus objetivos utilizando la fuerza y opresión. Se enseñan formas cada vez más sofisticadas de agredir que utilizan la violencia para resolver las dificultades de la vida.
Es significativo el trata miento que los medios de comunicación dan sobre las noticias de violencia contra las mujeres (morbosa, sensacionalista, sin análisis...)
Reforzando mitos que perpetúan la violencia contra las mujeres. Además debe cambiar la imagen que nos ofrecen de la mujer, sobre todo en la publicidad, a través de tópicos tradicionales o estereotipados basados en la juventud, éxito, belleza... que se convierten en modelos a imitar.


Es importante que se transmita una visión real del papel que las mujeres desempeñan en la actualidad.
Sensibilizar y formar a todas aquellas personas profesionales (policía, personal sanitario, asistentes sociales, letrados...) que atienden a las victimas de malos tratos, violaciones u otro tipo de agresiones sexuales es necesario para detectar estos casos y actuar de forma que se sientan comprendidas y ayudadas. Hay que insistir en que las personas responsables del sistema judicial cambien también sus mitos y prejuicios en torno a las mujeres que sufren alguna situación de violencia.

VIOLENCIA EN LA PAREJA


Cuando una mujer siente que no sirve para nada, todo le sale mal o la gente no valora lo que hace, es más fácil que este más predispuesta a soportar una relación de sometimiento y humillación por parte de los hombres.
Habitualmente, se suele soportar bastante tiempo los malos tratos. Se teme denunciar y si se hace, a veces, hay arrepentimiento poniendo como excusa a las hijas e hijos. Desde fuera, resulta difícil comprender por qué no se abandona la violencia o por qué algunas mujeres regresan una vez que se han marchado.
La ausencia de recursos económicos propios, la falta de apoyo, el aislamiento en el que se vive, la falta de seguridad en si mismas y la necesidad de afecto y valoración están determinando que se prolonguen estas situaciones.
En ocasiones, llegan a estar muy pendientes de las necesidades de la pareja, negando las propias. Si él dice que la maltrata porque es mala o inútil, ella llega a creérselo. De esta manera pierde totalmente su autovaloración y piensa que merece ser maltratada, y si el maltratador demuestra algo de amabilidad, tenderá a olvidar lo malo y a sobrevalorar lo bueno de él.
A veces, no encuentran apoyo al pedir ayuda a los familiares, o amistades ya que le quitan importancia a lo ocurrido o no pueden entenderlo, porque ante el resto de las personas la pareja tiene un comportamiento distinto.
La ausencia de respuesta solidaria aumenta la soledad, la depresión, el aislamiento y el sentido de la impotencia. Muchas mujeres que viven malos tratos, de pequeñas han sufrido violencia o abusos sexuales sin ser, en algunos casos, conscientes de ello, se sienten sucias, marcadas, atrapadas en culpas inexplicables, tristeza, malestar... Este aprendizaje de indefinición las puede colocar en el lugar de la víctima.





Otra razón por la que habitualmente la violencia se manifiesta es porque sucede de una forma cíclica. Suele manifestarse a lo largo de tres fases, que se han denominado:

Ø fase de tensión
Ø fase de agresión
Ø fase de conciliación o también llamada de “luna de miel”.

En la fase de tensión comienzan los insultos y demostraciones de violencia.
El agresor expresa su hostilidad pero no de forma extrema. Entonces la mujer intentará calmarlo o evitar hacer aquello que a él le pueda molestar, creyendo erróneamente, que puede controlarlo. Pero la tensión sigue aumentando, y se producirán agresiones en forma de abusos físicos, psíquicos y /o sexuales.
La descarga de agresividad alivia la tensión del hombre. Puede que la mujer intente tranquilizar al maltratador siendo amable y servicial o teniendo relaciones sexuales o, en otras ocasiones, amenazar con abandonarle. El maltratador “se arrepiente”, pide perdón y le promete que no volverá a ocurrir. La mujer le cree y además, esta convencida de que ella puede ayudar a cambiarle. Sin embargo, cada día los momentos de tensión y agresión son más frecuentes y el agresor se arrepiente cada vez menos.
Muchas mujeres hasta que se deciden a afrontar el problema han soportado violencia durante mucho tiempo, viviendo durante una tensión permanente, agotamiento, depresión y sensación de estar enloqueciendo. A veces, después de la separación, hay que afrontar la persecución del maltratador que no quiere aceptar la situación. En los casos más extremos, puede llegar a producirse un homicidio. Son muchas las mujeres que mueren asesinadas, sobre todo, cundo intentan terminar con la violencia y emprender una nueva vida.
Siempre que una mujer sea víctima de malos tratos puede acudir a los Servicios de Información para las Mujeres, a las Áreas de la Mujer de los Ayuntamientos, a los Servicios Sociales de su zona o a los grupos de mujeres especializados.
En el caso de haber sufrido daños físicos la mujer debe acudir a un centro médico para que evalúen las lesiones y pedir una copia del parte médico para entregarla en la Comisaría, Cuartel de la Guardia Civil o Juzgado de Guardia, donde declarará las circunstancias en las que se ha producido la agresión. Algunas localidades disponen de un Servicio Policial de Atención a la Mujer; en el que será atendida por mujeres. Los malos tratos pueden denunciarse aunque estos sean solo psíquicos: insultos, amenazas, humillaciones...
Una víctima de una agresión y que tema por su seguridad o por la de sus hijos, tiene derecho a dejar su casa sin que se considere abandono de hogar, siempre que en un plazo máximo de 30 días presente demanda de separación o de medidas provisionales, en el Juzgado de Primera Instancia o de Familia que corresponda.
Las mujeres maltratadas, en muchas ocasiones, no cuentan con recursos económicos cuando necesitan terminar con una situación de maltrato y /o temen por sus hijos y por su propia vida. Para ello se han creado casas para dar acogida temporalmente a aquellas mujeres que se encuentren en situación de extrema indefensión. En ellas podrán encontrar protección ante posibles agresiones, disponer de un tiempo y un espacio para reflexionar sobre su situación personal y plantearse que hacer en el futuro. Asimismo se facilitará asesoramiento jurídico, información sobre los recursos comunitarios y apoyo psicológico.

Los hombres agresores no tienen un rasgo físico, o un comportamiento especial que les identifique; tampoco son enfermos mentales. Suelen ser personas de valores tradicionales para los que todo lo masculino (fuerza, poder, éxito, competitividad...) está por encima de lo femenino (ser sensible, cariñosa, dócil, entregad...)
A los hombres se les transmite la idea de que ser el varón es ser importante y una forma de demostrarlo es ejerciendo su autoridad, sobre su familia o pareja.
Este tipo de educación hace que tiendan a considerar a las mujeres como inferiores. Al preguntarnos por qué los hombres son violentos nos damos cuenta de la importancia de la educación. La violencia se aprende, sobre todo, observando modelos significativos, es decir a padres, hermanos, personas cercanas, etc.
El niño aprende a agredir y lo ve como una forma de defender sus derechos o de solucionar conflictos. Muchas veces, la familia se convierte en el lugar de descarga de la tensión y frustraciones que se acumulan en otros ámbitos como el laboral.
Los hombres deberían aprender a expresar sus sentimientos negativos y defender sus derechos, ante quienes les han hecho sentir mal y no esperar a desahogar su agresividad al llegar a casa.
La necesidad de poder y el afán de dominar son algunos de los motivos principales de los violadores para agredir a las mujeres, y no, al de lo que se piensa, como descarga de su instinto sexual
.

La violencia contra las mujeres es un fenómeno complejo y con múltiples causas. A pesar del contexto cultural, social, económico y político no hay que olvidar su origen; por tanto, para su total comprensión es necesario hacer un análisis basado en la diferencia sexual.

La violencia contra las mujeres es un importante problema social y político de la actualidad. Ante nuestros ojos solo aparece la punta del iceberg de un fenómeno más amplio y complejo que abarca múltiples y sutiles formas a las que poco a poco vamos tolerando y adaptándonos hasta limites
insospechados.....¿ VAS A SEGUIR SIN HACER NADA?.......

Hay que señalar el papel que juegan los medios de comunicación reforzando una imagen y un lenguaje marcadamente diferentes para cada uno de los sexos, haciendo aparecer a las niñas en papeles de clara desigualdad y subordinación.
Las imágenes de violencia que aparecen contra las mujeres así como el uso de mujeres y niñas como objetos sexuales, incluyendo la pornografía, contribuyen a perpetuar la violencia contra las mujeres. La pornografía tiene consecuencias ideológicas y políticas sobre las mujeres. Su forma de entender las relaciones entre los sexos, es profundamente violenta y humillante. El uso y comercialización del cuerpo y la sexualidad de las mujeres como mercancía disponible en el mercado, utilizable según los deseos de su dueño legitima una forma sexista y jerárquica de entender las relaciones entre las personas.


....¿NO PIENSAS HACER NADA AL RESPECTO?........

La sociedad presiona para que las personas pensemos y actuemos de forma diferente según seamos mujeres u hombres. Es decir, se espera que ejerzamos nuestro rol sexual de manera “adecuada”. No hacerlo, supone romper, enfrentarte, cambiar las normas fuertemente tejidas a lo largo de la historia.
Por lo que los costes emocionales: culpa, miedo, inestabilidad... son muy altos y es importante el apoyo grupal para no sentirse sola.
La violencia está incorporada en la identidad masculina. Desde pequeños los niños aprenden a responder agresivamente y se entrenan en actividades como ganar, luchar, competir, apoderarse, imponer, conquistar... Mientras que las niñas aprenden a ceder, pactar, cooperar, entregar, obedecer... aspectos que no llevan al éxito ni al poder y que son considerados socialmente inferiores a los masculinos.
Los hombres han dominado el espacio público y han ejercido también su autoridad en el privado, sobre toda su familia. Este poder ha dado lugar a un sistema de jerarquías llamado patriarcado, de acuerdo con el cual los hombres y las mujeres desempeñan papeles sociales diferentes. Así, los hombres predominan en todas esferas de la vida y las mujeres quedan reducidas al espacio doméstico de la familia. Hasta hace pocos años, no se consideraba como un delito la violencia física o psíquica ejercida dentro del ámbito familiar o de pareja, sino como “asuntos privados de las parejas” o “cosa de parejas"....

Y TU...¿QUE PIENSAS DE TODO ESTO?





A lo largo de la historia se ha tolerado y estimulado la violencia como una forma de resolver las tensiones y los conflictos.
Todas las mujeres viven en mayor o menor intensidad formas de violencia: cuando no se reconoce ni se valora su trabajo, cuando se las hace callar haciéndolas creer que su opinión no es importante, cuando se usa un lenguaje sexista que no nombra a las mujeres, con mensajes publicitarios que las tratan como objetos sexuales, etc...La violencia contra las mujeres es una expresión de la relación de desigualdad entre hombres y mujeres. Es una violencia basada en la superioridad de un sexo sobre el otro; de los hombres sobre las mujeres. Afecta a toda la organización de nuestra sociedad y, por tanto, los actos violentos debemos analizarlos dentro de un contexto social. A este tipo de violencia se la
denomina "VIOLENCIA DE GÉNERO"